Guillermo Coria, que no jugará el certamen, fue la atracción en la jornada previa; la gente se acercó para ver su entrenamiento en el Vilas
La tarde en el Vilas Club estaba muy plácida y quieta, al amparo de un sol tibio. Sólo faltaba comenzar el último partido de la clasificación, entre Juan Martín Aranguren y el juvenil Guido Pella, cuando un grupo de chicos comenzó a correr por el pasillo. “Dale, apurate que está Coria”, se les escuchó. Y sí, era cierto: en la cancha 9, una de las que se utilizan para los entrenamientos, con la típica gorra blanca, una remera roja y shorts negros, estaba el ex número 3 del mundo, listo para practicar un rato con el chileno Paul Capdeville, jugador entrenado por Diego Moyano, ex coach del Mago.
En pocos minutos, la cancha estaba rodeada de unos 50 curiosos y fanáticos. “Dale Guille, que te bancamos a muerte”, “Vamos que la magia vuelve”, lo alentó la gente. Tímido, Coria saludó con un brazo en alto a los pequeños que se sentaron en la fosa de desague que rodeaba la cancha, la nariz pegada al alambrado. En un costado, con una campera negra de cuero y anteojos oscuros, Carla, la esposa de Coria, seguía todo con atención. Y sí: los chicos pidieron sacarse fotos con ella.
Un par de buenos puntos generó los primeros aplausos. El look de Guille es el de siempre, pero la raqueta es otra, una Yonex similar a la de David Nalbandian. “Vayan a ver el partido, que es más divertido que esto”, les dijo Coria a los chicos, pero nadie se movió. Tampoco importaba que el tejido verde que rodea la cancha opacara la visión.
Coria no juega en Buenos Aires desde hace 21 meses; el último recuerdo es aquel encuentro que perdió con el español Rubén Ramírez Hidalgo en la Copa Telmex, en febrero de 2006. Pero nadie se ha olvidado de él: por el contrario, el bajón y su ausencia parece haber encendido más la expectativa, las ganas de verlo otra vez dentro de una cancha. Si hasta los trenes de la ex línea Mitre, que pasan por detrás de esa cancha, parecían querer detenerse para seguirlo…
Fueron apenas unos games. De a ratos, Coria pegó suelto, tiró algunos toques con su sello; falló un par de pelotas por dudar. Ahí fue cuando se le notó la falta de competencia. Hace unas semanas había dicho que llevaba mucho tiempo si jugar un set completo, y este entrenamiento no fue la excepción. La semana última, en Asunción, perdió en sets corridos con Máximo González, pero dijo que se fue contento por haber terminado el partido.
El ensayo duró poco menos de una hora. Coria demoró un rato la salida y dos oficiales de seguridad acudieron al rescate, pero el acoso fue cariñoso. Todos querían un autógrafo, un beso, una foto, una sonrisa, un abrazo…
¿Qué le produce todo este reconocimiento? “A mí me pone contento. Lo de la gente es espectacular, me demuestra mucho cariño y eso me da más fuerzas para entrenarme más, para volver”, comentó.
Pero Coria no jugará la Copa Petrobras, a pesar de haber sido invitado. “Me hubiese encantado jugar, por el club, por la gente que siempre me da una mano, pero todavía no estoy listo, y le habría quitado un wild card (invitación) a alguien que podía llegar más lejos. La próxima vez quiero estar al ciento por ciento, y entrar a ganar el torneo y no a tratar de terminar un partido”, explica.
Antes de irse, deja una pista sobre sus próximos pasos: “Recibí una invitación para el challenger de Puebla -que comienza el próximo lunes- y tengo ganas de ir”. Hasta fin de año lo acompañará Martín Rodríguez, después… aún no se sabe. La magia está, pero por ahora, habrá que esperarla.
“En Paraguay quería terminar el partido”
“En Brasil tuve que abandonar, entonces me puse como meta ir a Paraguay y terminar el partido como fuera. Jugué mal, pero pude cumplir. Todavía me falta mucho”, dijo Coria sobre los dos primeros partidos en su vuelta a los courts.
